Mezclar mundos y materias siempre nos ha encantado y es quizá lo que mejor se nos da. No es nuevo que toda empresa necesita una razón de ser  y la nuestra es contribuir a que el mundo de las organizaciones y las personas ganen terreno en el plano de conseguir mejores logros sin descuidar lo que de verdad nos hace humanos.

Hoy damos un pasito más y ¿por qué no? nos atrevemos a sugerir que aspectos distantes y distintos como el de ser rentable no está reñido con dimensiones humanas, si nos permitís espirituales, como la de ser compasivos y tener una mirada diferente acerca del cómo alcanzamos nuestra metas.

Sabemos que términos como rentabilidad (palabra frívola para algunos o mantra de cabecera para otros) y compasión parecen mundos de diferentes galaxias imposibles de entenderse. Quizá ahí está el asunto.

La rentabilidad es algo que no necesita mucha explicación: lo que obtienes de un esfuerzo o inversión ha de ser superior a lo que necesitas gastar o utilizar para alcanzarlo. La magnitud diferencial que buscamos en esta ecuación es lo que condiciona los líos en los que a veces nos metemos. Hasta ahí todos de acuerdo, o no!, pero ¿qué pinta aquí la compasión?.

Numerosos estudios demuestran que las personas o grupos de personas que consiguen metas u objetivos dignos de todo tipo de esfuerzos comparten un mismo ADN en cuanto a formas de  formas de pensar, comportamiento y acción. Se ha definido a estas personas y organizaciones como entidades de nivel 5 ó excelentes: casos como el de KyoceraHanover InsuranceGoogle y muchos otros demuestran que fomentar una cultura de la compasión entre sus personas contribuye enormemente a que estén donde están.  Pero no se trata del cuento de siempre donde parece que las grandes firmas siempre son las que pueden hacer lo que la mayoría ya quisiera. La verdad es que cuando analizamos esta materia fruto de nuestra inquietud por aportar un poco más de luz a los entresijos del desempeño profesional nos dimos cuenta de que es algo que llevábamos años viviendo en nuestras filas y que muchos de vosotros, con quienes colaboramos y para quien trabajamos indistintamente también lo estabais haciendo.

Los 3 pilares de la compasión son bien fáciles de clarificar aunque requieren de un poco de entrenamiento para ser aterrizados (en algunos casos requieren de un mucho).

El primero de ellos es el de crear una cultura del bien común. Todo cuanto se hace bajo este paraguas se hace para satisfacer a cuantas más personas sea posible y aportarles valor a sus vidas: más fácil, más rápido, más cómodo,, o encontrando mayor sentido a la vida en algunas de sus aristas. Todos nos predisponemos a dar lo mejor de nosotros cuando sabemos que será de utilidad para muchos y si alguien aún duda de este paradigma ahí va una recomendación: trabaja durante un tiempo con personas que tengan este byte en su sistema operativo y pronto su energía y dinámica te atraparán: no pasan desapercibidas.

El segundo es el pilar de la autonomía. Cuando las personas sentimos márgenes de libertad para expresarnos como somos y sentir el peso de nuestras aportaciones nos acabamos por empoderar e ir más allá de lo que se espera de nosotros. Aunque con lógica y coordinación necesarias queda demostrado en cientos de experimentos en diferentes universidades del planeta que cuando las personas vemos el valor neto de nuestras aportaciones individuales ganamos en todos los terrenos: confianza, creatividad, esfuerzo o eficiencia por citar algunos.

El tercero y quizá más comprometido es el pilar del desarrollo interior. El malentendido concepto del autoconocimiento no tiene nada que ver con la autoayuda. Esta última es una excelente forma para algunas personas de encontrar valor y sentido a ciertos entresijos de la mente humana pero no siempre asegura cambio y evolución. En el contexto de la compasión como paraguas de la rentabilidad el autonocimiento supone prestar atención a uno mismo y tiene que ver con eso, con la atención. Atención a los propios procesos mentales, formas de hablar o motivos para decidir. Si habéis trabajado con alguien que posea aun alto  grado de conocimiento propio sobre sí mismo (qué le funciona y qué no) y que esté entrenado en el autodominio os vendrá a la cabeza al leer esto : a su lado se abren oportunidades, escenarios diferentes, mundos y opciones nuevas. La práctica del desarrollo interior lejos de caer en el terreno de lo soft es un aval innegable: quien afronta desde aquí sus responsabilidades suele buscar lo mejor para los los demás pues conoce las trampas del individualismo.

Os animamos a que sigais así los que ya conocéis esta fórmula y para aquellos que aún no la han estrenado os animamos también a que os probéis durante un tiempo y luego nos contéis los resultados.  Será un placer compartir experiencias y seguir aprendiendo.

Nos vemos!