Son las 09:00 am de un lunes cualquiera. Comienzo de jornada para muchas organizaciones con un ritual común; un grupo de personas que forman parte de un equipo se juntan en una sala para conversar dentro de un tiempo previamente establecido. Es lo que comúnmente llamamos reuniones. Estas conversaciones suelen estar dotadas de un propósito, pueden ser para tomar decisiones, informar, planificar, organizar, crear o debatir, en cualquiera de estos casos la calidad de esas reuniones tendrá mucho que ver con la calidad de las relaciones entre los miembros de ese equipo y a su vez, la calidad de estas relaciones tendrá que ver con la calidad de las conversaciones que sean capaces de mantener entre ellos.
En nuestro post La medición de equipos de alto rendimiento citábamos los trabajos de Marcial Losada quien ha logrado medir el rendimiento de un equipo midiendo a su vez la conectividad de los miembros del mismo. Las variables a observar y medir para establecer esa conectividad son su manera de interactuar, de conversar en definitiva. Los propios avances tecnológicos mal entendidos suelen ser un elemento distorsionador de esa interacción, a nadie se le escapa que en muchas de esas reuniones están presentes, y a veces muy presentes, teléfonos, portátiles o tableta que interfieren bastante en la calidad de esas interacciones. Pero hay una variable que distorsiona más todavía la calidad de la interacción en un equipo, esa variable tiene que ver con la consciencia, con lo que está ocurriendo en ese momento, cuanto más consciente es un equipo mayor es la calidad de su interacción y por ende mejor su desempeño. Uno sólo puede actuar, regular, modificar o cambiar un comportamiento, pensamiento o emoción si se da cuenta de ello, si es consciente de que está ocurriendo. Un equipo es un sistema con identidad propia, con normas propias, valores, formas de relacionarse e incluso emociones por tanto su capacidad de actuar está determinada por su nivel de consciencia. Consciencia de lo que está sucediendo en el equipo, en el entorno, en el mercado, en uno mismo.
En los programas de desarrollo de equipos conscientes que realizamos con nuestros clientes podemos constatar una consecuencia inmediata al incrementar el nivel de consciencia, la creencia colectiva de “somos capaces”. Cuando un equipo toma consciencia de sus fortalezas, de sus debilidades, de la aportación de cada uno de sus miembros, de lo que se puede esperar del otro y lo que los otros esperan de mí, cuando se dan estas tomas de consciencia se incrementa el nivel de confianza en la capacidad del propio equipo y en la autoconfianza de sus miembros.
Pero ¿qué es un equipo consciente?. En nuestra opinión un equipo consciente posee 5 patrones de comportamiento característicos:
1.- En un equipo consciente cada miembro sabe y se da cuenta de su aportación al mismo. Cuáles son sus fortalezas, el valor que aporta al equipo, cuáles sus debilidades, la aportación que su área tiene en la cuenta de resultados y cuán alineado está con la visión estratégica de la compañía. Es muy importante saber cuál es el rol que cada uno desempeña en el equipo, en qué parte del campo juega pero sobre todo darse cuenta cuándo uno no está dando al equipo lo que el equipo necesita y espera de esa persona.
2.- Un equipo consciente conoce y se da cuenta de cuál es su particular manera de funcionar como equipo, sus normas de funcionamiento. Todo grupo de personas que trabajan juntas con el paso del tiempo van creando sus propias normas de funcionamiento, las famosas “reglas no escritas”. Esto de algún modo podríamos equipararlo a una cultura propia, una particular manera de hacer las cosas más allá de las propias normas y procedimientos formales de la compañía. Un denominador común que hemos podido observar en los equipos que obtienen mejores desempeños es que esas normas no sólo son explícitas sino que han sido creadas por el equipo de manera consciente y consensuada. Esas normas pueden ir desde la particular manera de conversar en sus reuniones a cómo actuar como equipo cuando alguno de sus miembros incumple compromisos, pasando por cómo tomar decisiones, en cualquier caso todos conocen las “reglas de funcionamiento” que les van a llevar al desempeño deseado.
3.- Los miembros de un equipo consciente saben y se dan cuenta cuál es la manera de conversar entre sí más productiva. Son capaces de identificar y levantar la mano cuando las conversaciones no son sinceras, cuando versan más sobre el pasado que sobre el presente o futuro, desde qué emoción se está hablando, si se están realizando solo peticiones y ningún ofrecimiento, si se incumplen compromisos o si está hablando más desde el yo que desde el nosotros por citar algunos ejemplos.
4.- Un equipo consciente se da cuenta y sabe identificar la emocionalidad presente en el equipoy por tanto desde qué emoción se están abordando o gestionando determinados asuntos. Tiene lo que Goleman y Chernas denominan Inteligencia emocional grupal. No es lo mismo abordar una decisión desde el miedo que desde la templanza ni solucionar un conflicto desde la rabia que desde la serenidad. Esta consciencia se extiende hacia el resto de los compañeros, el saber “leer” las emociones en los demás es una fortaleza indispensable no sólo para cualquier persona que lidere un equipo sino también para alimentar el verdadero aceite de un equipo que no es otro que la confianza.
5. Un equipo consciente sabe y se da cuenta de dónde está, cuánto ha recorrido y lo que le queda por conseguir de sus objetivos. En definitiva tiene visión y la tiene presente lo que le permite tomar acciones cuando se esté alejando del objetivo mucho antes de que las soluciones sean costosas, económica y energéticamente.
Cuando un equipo funciona bajo estas premisas sus componentes no se “enfrentan a una reunión” sino que lo viven como una oportunidad para juntarse con sus compañeros en un escenario donde , independientemente de los resultados de la reunión, uno se va con la sensación de que merece la pena formar parte de este equipo.