Abrazado por la calma

“Los que se enferman de la calma es que no conocen la tormenta”. Dorothy Parker

Dicen que pocas sorpresas son tan gratas como encontrarse con uno mismo, pero también hay quien dice que mejor no buscar no sea que lo que encontremos no sea de nuestro agrado. Sin ánimo de ponerme metafísico, o tal vez sí (¿por qué no?) coexistimos como una necesidad a veces consciente y otras menos consciente de saber de nosotros, de conocernos mejor, de saber dónde estamos o dónde queremos estar pero éstas son preguntas en ocasiones difíciles de responder, sobre todo si tenemos en cuenta que quien las formula es quien las responde, nuestra mente.

Para aquellos que se hacen estas preguntas o que le resuenan cuando las lee simplemente decir que las preguntas son un camino, no el único, pero sí uno de ellos. Un camino un tanto entrampado ya que quien responde es la razón y ésta  a veces es tozuda, tenemos esa extraña manía de querer tener razón y nos incomoda el no tenerla aunque en realidad, a quien le incomoda es a nuestro Ego el cual se encarga de poner al frente todos sus recursos (miedos, creencias limitantes, lealtades ciegas…) para continuar como estamos, ¡no sea que me encuentre con alguna respuesta que me incite a cambiar!. Creo que todos sabemos como funciona el ego.

Del mismo modo que moverse por un desierto requiere de una serie de recursos como un equipaje adecuado, unas provisiones o unas gafas para  poder ver el camino cuando hay tormenta, el viaje de las preguntas también requiere de un atuendo especial, unos recursos sencillos, al alcance de todos y que sin ellos transitar el camino resulta más complejo. Uno de esos recursos que hacen más fácil el camino es el de conectar con uno mismo. Cuando uno conecta consigo mismo se produce un fenómeno curioso y es que las cosas se ven con más claridad y las respuestas aparecen o están más cerca de aparecer. Creo que todos, en determinados momentos de nuestra vida, hemos vivido esa experiencia súbita de “ver con claridad”, las cosas cobran sentido, todo se ordena, experiencias que se visten de expresiones o pensamientos del tipo “me acabo de dar cuenta…”, “Claro!, ahora entiendo…”o simplemente un “Vaya tela, ahora lo veo claro…”.

Existen diversas maneras de conectar con uno mismo, la meditación, el ejercicio, la expresión artística, el silencio, el contacto con la naturaleza….en todas ellas se produce el mismo proceso y el mismo efecto, desconectar para automáticamente conectar. Del mismo modo que cuando entramos en un cuarto oscuro damos al interruptor de la luz y todo se ve más claro, el desconectar de los pensamientos, creencias, miedos , en definitiva, de todos los recursos que nuestro ego pone a nuestra disposición hace que las cosas se vean con mayor claridad.

Hace tiempo que nos asociamos con la naturaleza para desempeñar el trabajo que realizamos con las personas que requieren de nuestros servicios pero sin duda uno de los escenarios más mágicos donde el proceso de desconexión-conexión se produce  rápidamente es en el desierto.

El Sáhara nos ha acogido en varias ocasiones y siempre nos hemos sentido abrazados por su silencio, por su luz, por su aurora o por  su mágico atardecer , una puesta en escena  ideal que nos ofrece la naturaleza en su estado más puro facilitando conectar con uno mismo, limpiar la mente y ver con más claridad. Resulta interesante contemplar en uno mismo y en los demás como a medida que vas recorriendo el valle del Draa y adentrandote en  el desierto van quedando atrás ,literal y metafóricamente hablando, los sistemas a los que pertenecemos, los pensamientos que nos adueñan y las mochilas que, de un modo u otro cargamos en nuestro día a día, cualquiera que haya viajado habrá experimentado esta sensación. Desconectar de la tecnología que tanto uso le damos es la mejor manera de darnos cuenta cuán conectados estamos a ellas y que poco a nosotros mismos. Este tipo de viajes, sin duda, vale la pena realizar aunque sea una vez en la vida.

Existen diferentes caminos y diversas maneras de ver las cosas con claridad pero fundir la mente con la calma del desierto hace que todo sea más real. Vivir la experiencia es sentirse vivo.