Si mañana se produjera “el gran apagón” medio mundo no sabríamos cómo digerir bien el destrozo que nos produciría en nuestras vidas. Vivimos quasi-enganchados a la tecnología en muchas de sus variantes (Internet, cámaras que lo graban todo, teléfonos y software más smart que ciertos personajes, amistades y redes sociales, trabajo y oportunidades en red, viajes pagados con medios electrónicos…amor y otros avatares…). Es una realidad anunciada que nuestra forma de ser y hacer es altamente tecnológica.

Es una especie de nuevo giro copernicano el que vivimos gracias al estallido del conocimiento, la información y la conexión 100% disponible (y muchas veces,gratis). Este será uno de esos momentos que nuestros nietos estudiarán en los libros de historia, al igual que la revolución industrial, el nacimiento del capitalismo o la edad de piedra. Es una suerte poder disfrutar del nacimiento de una era diferente. La era de la conectividad.

Son muchos y muy estupendos los nuevos yacimientos de oportunidades que nos brinda la innovación tecnológica, si bien es cierto que no menos son sus riesgos y sus malos usos, pero siempre hay un precio que pagar. Este parece razonable.

Lo que nos viene encima muy pocos lo saben. La ciencia va soltando a cuentagotas los descubrimientos que realiza y que prepara para años venideros. Unos serán pifias, otros, grandes saltos adelante que nos harán la vida más cómoda, más agradable, más fácil o más rápida, según vaya tocando. La cuestión es que no está tan lejos el momento en que sólo con pensar en que queremos hablar con una persona para comunicarle algo algún chip insertado bajo la dermis de nuestra sien se conectará con el de la persona deseada y podremos mantener una conversación semi-telepática (ya hay laboratorios que encriptan los pensamientos humanos y los codifican a lenguaje formal para ser transmitidos). Sólo falta un buen software de recepción. Es sin duda una especie de época dorada para el desarrollo y la innovación, así lo quiere la gente, así lo queremos muchos, aunque nuestros presupuestos nacionales en I+D sigan bajando y bajando. Ya aparecerán nuevas fórmulas.

La cuestión es que la propia simetría de la vida en general, y de muchas de sus facetas en particular, no acepta un crecimiento sin precio. Producir consume, avanzar desgasta. Hay que saber qué se consume y qué es lo que se gasta.

¿Estaremos pagando algún tipo de precio a letra pequeña que no acabamos de reconocer?. Es bastante probable que sí, y nada de malo hay en ello, lo que importa de verdad es saberlo.

Hace un par de años, se acuñó por primera vez en un TED de la India el concepto híbrido “Tecnología del Corazón” para referirse a lo que en aquella parte del globo conocen como los avances de la ciencia y la tecnología del software y dispositivo más complejo que se conoce: la caja negra del corazón. No se avanza por igual en aquello que nos conecta con los demás como en aquello que nos conecta con nosotros mismos y nos produce bienestar. Por suerte, personas con apellidos impronunciables y en universidades que pocos saben localizar en un mapamundi, avanzan y mucho en eso de conocer porqué nos obsesionamos con tener la razón, porqué tomamos decisiones que en poco o nada benefician a nadie más que a nuestro ego o a la escurridiza envidia,  porqué una y otra vez seguimos haciendo las mismas cosas que nos provocan dolor, aunque algún día parecieran espejismos de felicidad. Hay una incongruencia subyacente en todo esto y desenmarañarla nos va a llevar algún tiempo .

Tanto neurociencia como biología, química o física cuántica empiezan a abrir océanos azules de por dónde pueden ir los tiros dentro de 10 ó 15 años, sino antes.

¿En qué fase de avance nos encontramos en la tecnología del corazón?. Esto daría para un buena tesis, sin duda. Lo que aquí queremos compartir con vosotros son algunos retazos de estos avances que nos han parecido interesantes y que han caido en nuestras manos de un tiempo a esta parte.

Empezaremos por el bien conocido y brillante Antonio Damasio, quien lleva años haciéndose buenas preguntas que le consiguen llevar a descubrimientos maravillosos sobre cómo funciona nuestro sistema operativo interno, al que en adelante llamaremos “iheart”. (iLife ya lo pilló Steve Jobs!).

Dicen que la buena observación es una de las madres de la genialidad y aquí es donde nuestro iheartcomienza su camino.

¿Cómo puede ser que conozcamos  los vericuetos de la última app, los resquicios del facebook o las multifunciones de nuestra tele de plasma mejor que a nosotros mismos?. Parece que nos observamos poco.

Resulta interesante descrubrir cómo la tecnología de nuestro corazón tambien tiene una ciencia que empieza a explicarnos muchas funciones desconocidas y los porqués a muchos  botones que no sabíamos que estaban ahí.

Conocernos para conectarnos mejor con nuestros sistemas autónomos internos necesita de algunas dosis de curiosidad, detenimiento y observación calmada. No es ningún misterio, es pura paciencia.

La circuitería que conecta nuestras emociones con nuestra razón y forma de actuar es compleja y enorme, pero investigadores como Damasio, Le Doux o Servan-Schreiber ya nos han ahorrado mucha faena. Ahora toca aprovechar lo que nos pueda interesar a cada uno, en aquello donde entendamos que podemos evolucionar.Y aquí viene lo interesante: parece que el dominio de las pautas que rigen nuestro mundo interno condiciona todo lo que vivimos hacia afuera.

La intuición, la creatividad, el empuje vital, la resistencia a lo desconocido, cierta parte de eso que llamamos “felicidad”, son una especie de componentes miméticos tremendamente intrincados y más relacionados de lo que pensábamos. Además , parece que no suelen distinguir demasiado bien entre lo que llamamos real y lo que imaginamos en nuestra cabecita, ni tampoco sobre si estamos en el trabajo o con los seres queridos. Casi todos usan los mismos ADSL´s o cuanto menos comparten el ancho de banda.  Nuestra calidad relacional suele ser bastante proporcional a la salud de la relación que mantenemos con nosotros mismos así como el disfrute de los logros conseguidos lo es al esfuerzo requerido para alcanzarlos.

Aun cuando no está todo dicho al respecto, existe una especie de consenso al pensar que en los dominios del corazón no solo caben aspectos de matiz sensible y sentimental, sino que en él se juega buena parte de porqué hacemos lo que hacemos y vivimos lo que vivimos, sea del signo que sea. No podemos decidir sin corazón, pero sólo con el no basta.

Llegados a este punto, solamente aclarar que cuando hablamos de el corazón, no nos referimos al músculo que lleva su nombre si no a una de las posibles formas de llamar al software de conexión que todos todos tenemos entre cuerpo y mente y que también se puede llamar de muchas otras maneras.

La aplicación de muchos de los avances que compartiremos en las próximas semanas son de aplicación a todas y cada una de nuestras facetas vitales, desde el lado más personal interno de cómo nos sentimos con nosotros mismos hasta nuestra faceta profesional más visible y expuesta, pasando por el mundo de las relaciones sociales o sentimentales y el propio concepto que tenemos de felicidad o éxito y que quizá empezamos a sobrevalorar.

En relidad, (ya adelantamos el final de esta serie de posts) la tecnología del corazón es ciega, pero sabia y una de las mejores formas de aprovecharla es asomarse a conocerla. Si equilibramos este saber tecnológico del iheart con el de la revolución tecnológica digital que tantos disfrutamos estaremos avanzando hacia la excelencia personal.

Nos vemos en la red.

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